Admitir

Un anciano que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron las gafas en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no le frenó en manifestar sus fuertes opiniones. Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre esta vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto". El anciano siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: "Querido, estás mirando un espejo". Moraleja: Tardamos en reconocer y admitir nuestras propias faltas, que parecen muy grandes cuando las vemos en los demás.

Vida en el Espíritu.



“Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca… ” Ef. 6, 18

Con estas palabras el apóstol Pablo nos recuerda la necesidad vital del encuentro perseverante con el Señor; un encuentro que sólo será verdaderamente fecundo si es dirigido por la persona del Espíritu Santo, ahora bien ¿cómo saber si mi vida espiritual tiene una docilidad sincera al dulce huésped del alma? El texto de Efesios nos ofrece tres elementos de discernimiento:


1- Actitud de súplica: Abandonarse en Dios para clamar su ternura es la convicción del hombre humilde que sabe que todo aquel que llama encontrará respuesta, sólo quien reconoce que necesita ayuda podrá ser ayudado. Quien suplica aprende a esperar, el Santo Padre Benedicto XVI nos dice en su encíclica Spe Salvi “Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo.”

2- Perseverancia: El verdadero amor no sólo se mide por actos heroicos, la constancia es quien construye caminos de solidez. La acción del Espíritu de Dios no es una realidad que aparece y luego desaparece, la obra de Dios estimula la fortaleza y sustenta pasos de convicción hacia la santificación de nuestras vidas.

3- Vida en comunidad: La vida espiritual no es una realidad aislada que nos separa de la vivencia fraterna por el contrario nos integra y nos convierte en verdaderos protagonistas y gestores de la civilización del amor.



Agradecer no solo es un acto de justicia sino un acto de amor. Hoy quiero encomendar al buen Dios a esta bella diócesis que me acogió y me manifesto claramente la ternura del cielo.

Dispuestos a recibir un tiro.

Cuentan que durante la guerra de los “cristeros”, cuando la Revolución Mexicana persiguió a muerte a la Iglesia, las misas se hacían clandestinamente y los vecinos se pasaban la voz cada vez que llegaba un sacerdote vestido de paisano al pueblo. En un pueblo, en algún lugar rural de México, esperaban al sacerdote que llegaría ese fin de semana de un pueblo vecino. Los catequistas clandestinos tenían preparados bautizos y otros sacramentos y para tal ocasión consiguieron un viejo granero, lo suficientemente amplio para albergar unos cientos de fieles. Aquel domingo por la mañana el viejo granero estaba totalmente lleno con una cantidad de fieles de alrededor. Las 600 personas que estaban reunidas esperando el inicio de la celebración se sobrecogieron al ver dos hombres entrar vestidos con uniforme militar y armados. Uno de los hombres dijo: "El que se atreva a recibir un tiro por Cristo, quédese donde está. Las puertas estarán abiertas sólo cinco minutos". Inmediatamente el coro se levantó y se fue. Los diáconos también se fueron, y gran parte de la feligresía. De las 600 personas solo quedaron 20. El militar que había hablado, miró al sacerdote y le dijo: "OK, padre, yo también soy cristiano y ya me deshice de los hipócritas. Continúe con su celebración".

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Todo lo que respire alabe al Señor...


Padre Jaime Alberto Pérez Villegas | Template by - Abdul Munir - 2008