Vida en el Espíritu.



“Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca… ” Ef. 6, 18

Con estas palabras el apóstol Pablo nos recuerda la necesidad vital del encuentro perseverante con el Señor; un encuentro que sólo será verdaderamente fecundo si es dirigido por la persona del Espíritu Santo, ahora bien ¿cómo saber si mi vida espiritual tiene una docilidad sincera al dulce huésped del alma? El texto de Efesios nos ofrece tres elementos de discernimiento:


1- Actitud de súplica: Abandonarse en Dios para clamar su ternura es la convicción del hombre humilde que sabe que todo aquel que llama encontrará respuesta, sólo quien reconoce que necesita ayuda podrá ser ayudado. Quien suplica aprende a esperar, el Santo Padre Benedicto XVI nos dice en su encíclica Spe Salvi “Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo.”

2- Perseverancia: El verdadero amor no sólo se mide por actos heroicos, la constancia es quien construye caminos de solidez. La acción del Espíritu de Dios no es una realidad que aparece y luego desaparece, la obra de Dios estimula la fortaleza y sustenta pasos de convicción hacia la santificación de nuestras vidas.

3- Vida en comunidad: La vida espiritual no es una realidad aislada que nos separa de la vivencia fraterna por el contrario nos integra y nos convierte en verdaderos protagonistas y gestores de la civilización del amor.

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Todo lo que respire alabe al Señor...


Padre Jaime Alberto Pérez Villegas | Template by - Abdul Munir - 2008